En una olla, calentar el agua y los 260 gramos de azúcar refinada hasta formar un almíbar. Cocinar a una temperatura de 130° grados centígrados. Para saber el momento en que el almíbar haya alcanzado los 130° grados, podemos utilizar un termómetro o arrojar unas gotas de almíbar sobre agua fría, si las gotas forman un hilo quiere decir que ya está listo.
Batir las claras logrando la consistencia blanca esponjosa típica, preferentemente en una batidora eléctrica.
Una vez que el almíbar esté listo, debemos mezclarlo al proceso de batido de las claras de huevo.
Rallar el limón y agregar la ralladura a la mezcla.
Batir el merengue hasta que se enfríen todos los ingredientes. Para ello, debemos ir tocando sobre el bowl hasta sentir que se haya enfriado.
Cuando la mezcla esté lista, llenar una bolsa de plástico con el merengue y enrollarla para luego servir. Hacer un corte sobre la punta de la bolsa, del tamaño que se prefiera, según el grueso que se le quiera dar al merengue.
Servir el merengue sobre papel encerado o de estraza. La técnica para que se forme el merengue es presionar la bolsa hasta que salga la mezcla y finalmente hacer un giro para que se forme el rulo sobre la parte superior del merengue.
Dejar reposar los merengues sobre el papel encerado durante una hora, hasta que desaparezca el brillo de la sustancia y se vuelva más opaca.
Colocar un poco de agua sobre una charola de metal o el elemento para horno que tengamos. Agregar el papel con los merengues sobre el plato. Es fundamental añadir agua antes de colocar los merengues, ya que el agua va a evitar que se cocine la parte de abajo de los mismos.
Precalentar el horno entre 10 y 15 minutos a temperatura máxima. Luego, cocinar los merengues entre una hora y una hora y media a una temperatura de 80° C. Cuando haya transcurrido el tiempo, apagar el horno, pero dejar los merengues dentro por una hora para que no pierdan su característica forma.